lunes, 23 de julio de 2012

Nuevas amistades

Nuevos amigos by Diana Harlu Rivera on Grooveshark


Harl: 

-¿Diga?- respondo, tomando la llamada a través de mi manos libres, al mismo tiempo que barajeo una serie de papeles que tengo entre las manos, moviéndolos alternadamente para ver si doy con el que necesito- ¿De verdad? ¿Por qué? Aguarda, tengo otra llamada. Espérame en la línea, no cuelgues. ¿Sí, quién habla?

-No puedo creerlo- replica la agradable voz femenina del otro lado del auricular; a la par, escucho unas risas que provienen de un lugar bastante cercano a mi interlocutora- Hace más de cuatro décadas que se inventó el identificador de llamadas y tú sigues con tu "¿Sí, quién habla?"

-Podrían tenerte secuestrada- miento, bromeando con ella- Y seguramente no me estarías hablando tú, sino tu secuestrador y sonaría de bastante mal gusto decir "¡Hola Jo! ¿Qué hay?"

-Tus excusas patéticas...- se lamenta falsamente, siguiéndome la broma- Ya, fuera de chiste; ¿Estas en tu oficina?

-¿Dónde más? A mí me agradaría decir "No, ando en Cancún", pero no siempre se puede- repongo, sobándome con la palma de mi mano bien abierta la parte posterior de mi cuello.

-Y...

-No, tu novio todavía no llega aquí- contesto, sonriendo al ver su cálida desesperación por encontrarse con él; ¿Quién lo diría? Jamás imaginé que allí hubiese algo. Más porque, en un comienzo, Héctor me caía en la punta del hígado; ó, como dijera mi madre, suficientemente mal para no dirigirle el saludo- Aunque acaba de llamar de hecho, dice que la junta terminó antes.

-¿En serio? ¿Por qué?- replica la periodista, bastante sorprendida al escuchar esto; cuando lo oí, yo tampoco podía dar crédito a lo que me comunicaban, más porque, como estimamos, la charla estaba planeada para tardar dos horas más, como mínimo.

-No quiso explicarme...- respondo un tanto renuente, mordiéndome un labio mientras lo hago; con razón Tom me llama frecuentemente "señora gesto"- Dijo que llegaba en poco tiempo y... bueno, yo le creo y... confío en él.

-Claro...- musita de manera distraída- Mira, vengo con Andreas en su auto. Vamos a ir a desayunar algo pero... en cuanto tengas noticias de él, házmelo saber por favor. No es... normal que haya abandonado una junta al poco tiempo de llegar.

-Estoy en las mismas que tú- confieso, girándome para darle la espalda a mi escritorio, dándome por vencida, temporalmente, con el diseño que no puedo encontrar- Yo te mando un mensaje en cuanto ya esté con él, manténte tranquila y envíale a ese descarriado de Andreas un beso de mi parte.

-¿Me lo puedo poner donde quiera?- cuestiona él de broma, del otro lado de la línea.

-¡Creí que ya habíamos pasado por eso!- replico entre risas, recordando aquellos viejos tiempos- Me tengo que ir, par de lunáticos; yo sí debo trabajar.

Apenas acabo de terminar la llamada, se escucha el sonido de unos nudillos tocando contra la ligera puerta de madera de mi oficina y, cuando levanto la mirada, me encuentro con el apuesto y desaliñado hombre que tengo como socio de negocios, mirándome de frente desde su posición en el arco de la puerta, ataviado con un ligero saco gris de corte informal y un pantalón de vestir bastante casual.

-Buenos días- me saluda sin mucho ánimo de por medio, con las manos metidas en ambos bolsillos de su pantalón, balanceándose sobre sus talones, como suele hacer cuando se siente triste.

- ¿Estás seguro de que son "buenos"?- aventuro, observándolo un tanto preocupada; lentamente, me voy aproximando a él, hasta que la distancia que nos separa es mínima.

-No tanto como yo esperaba esta mañana pero... que rayos, las cosas nunca salen como uno espera- responde, cruzándose de brazos con una sonrisa cansada en sus delgados labios.

-¿No cerramos el trato?- inquiero, cerrando mis párpados, como si así pudiera cambiar la realidad.

-Peor aún.

-¿Nos van a demandar?- chillo en voz extremadamente baja, intentando mantenerme tranquila, a pesar de que el tono con el que Héctor se comunica conmigo no ayuda demasiado.

-No... no comparten la misma filosofía que nosotros- confiesa él, de una vez por todas- Son un montón de cerdos capitalistas. No piensan en otra cosa más allá del dinero.

-¿Y la línea?

-Dicen que tiene potencial para venderse en Bergdorf's- añade él cansinamente, sin sonar demasiado convencido; al escuchar esto último, me escandalizo de inmediato.

-Ya estuvimos en Bergdorf el año pasado...- musito, tronándome los nudillos de ambas manos en señal de inconformidad.

-Yo dije lo mismo- menciona, manteniéndose tranquilo- No me quedó otra opción que marcharme. Espero que no te moleste.

-Tomaste la mejor decisión- lo convenzo, jugueteando con su cabello rubio miel, el cual se desacomoda apenas y lo tocan mis dedos- Pues... ¿Qué le vamos a hacer? Así es en estos negocios.

Héctor Salaciego
-Me desilusioné bastante, ¿Sabes?- me confiesa, con la misma sonrisa cansada de hace un rato- Nos hicieron creer... que teníamos tanto potencial para que nos dieran una oportunidad...

-Encontraremos a alguien más que nos la de, ya verás- lo consuelo de inmediato, tomándolo por sus escuálidos hombros- No te me achicopales, ¿Está bien? Las cosas... saldrán adelante.

-Estamos en números rojos, Harl...- me recuerda de manera cordial, haciéndome pensar en aquellas cifras que últimamente no han estado redituando como a mí me gustaría.

-Son tiempos difíciles para todos, cariño- le respondo, alejándome un momento de él para concentrarme en mí misma; sinceramente, no me cae nada bien el temor de que mi mayor sueño en la vida se desplome de un instante al otro- Las finanzas... bueno, no son lo que solían ser y creo que la gente moderna prefiere tener algo en el estómago que andar bien vestido.

-Sí, lo entiendo...- repone él un tanto desilusionado, antes de reponerse súbitamente, recomponiendo una sonrisa en su rostro. Supongo que ya se dio cuenta que de nada sirve lamentarse sobre las cosas que no se pueden resolver solas- ¿Has hablado con...?

-¿Cuál es su problema, personitas?- inquiero, riéndome a carcajada limpia, al ver que ninguno de los dos puede pronunciar el nombre del otro- No es muy difícil, Ha-rryo o Jo; como te resulte más sencillo.

-¡Es que no...!

-¿Qué? ¿Te da penita?- insisto, mofándome de él- ¡Ow...! ¡Que tierno eres!

-Me trae como adolescente, ¿De acuerdo? Lo reconozco- sonríe mi mano derecha en Kapricorino Co., la compañía de diseño de modas que Bill y yo creamos hace menos de un año, con unos cuantos préstamos, contribuciones personales y familiares, además de donativos de colegas del trabajo de los gemelos y el resto de la banda- Y me da pena reconocerlo porque... me siento tan...

-Tonto- le completo la frase, antes de estallar en carcajadas- ¡Te juro que no me burlo! ¡Sé lo que es andar de ese humor!

-Sí, claro... señora llevo-casi-cuatro-años-de-matrimonio- se burla esta vez él- ¿Qué? ¿Para cuándo la fiesta?

-Vaya... pero sí me escuchas cuando te hablo...

-Divagas demasiado- menciona Héctor con sencillez, cruzándose de brazos- ¿Después de todo sí va a coincidir con la fiesta de dos años de los gemelos?

-Sería lo más conveniente, ¿No lo crees? No soy fanática de estar haciendo demasiadas fiestas...- menciono, estirando mis brazos hacia el cielo, en una mueca de cansancio y fastidio; rayos... ¿Por qué me sentiré así?

-Sí, claro... sobre todo tú...- musita él, al mismo tiempo que una risa escapa de sus labios- Pero bueno, no quiero que caigamos en detalles sobre si eres una buena o mala anfitriona, ¿Te puedo pedir un favor?

-No, no te voy a invitar a la fiesta de dos años de mis hijos- miento, pretendiendo estar bastante enojada, antes de recomponerme y, entre risas, dirigirme de nuevo a él- ¿Qué pasa?

-¿Te molestaría si Mich se queda aquí un rato? Es que hoy sale temprano de la escuela y no tenía a dónde más ir- me explica, como si hubiese verdadera necesidad de hacerlo. Sabe que puede andar a su contentillo en esta empresa; después de todo, sin él, esto no sería más que un sueño, aún flotando entre las brumas de mi mente.

-No hay problema- contesto de inmediato, sonriendo ampliamente, pensando en la maravilla que es la encantadora hija de Héctor, fruto de su único matrimonio, con su fallecida esposa Mara- ¿Qué tan van las cosas entre ella y Harryo?

-Bastante bien- me responde con verdadero alivio- Al principio temí que no la aceptara pero... el otro día en la cena me dijo algo muy alentador.

-¿Qué fue?- cuestiono de manera curiosa, recargándome en el escritorio a mi espalda.

-Dice que llevaba tiempo sin verme tan feliz- sonríe de manera dichosa mi colaborador principal, adinerado heredero español y dueño de un apartamento pequeño y una enorme casa con locación en Berlín y las afueras de Madrid- Y eso... le gusta; o al menos eso fue lo que me comentó.

-Me da gusto- expreso, sonriendo abiertamente para el que se ha convertido en uno de mis mejores amigos en el poco tiempo que llevamos de conocernos; desde la primera vez que nos encontramos, me agradó de sobremanera- Además de que... tú también haces muy feliz a Harryo.

-¿Ah sí?- inquiere el interesado caballero, acercándose a mí, con la curiosidad escrita en sus pupilas- ¿Qué te ha dicho sobre mí?

-Pues, verás...

-Hola, papá- interviene una tercera voz en nuestra conversación, proveniente de la puerta de mi oficina. Alli, observo la carita redonda observarnos a su padre y a mí conversar. De manera instantánea, le sonrío sin poder evitarlo- ¿Qué hay, Harl?

Michelle Salaciego
-Hola, princesa- respondo, dirigiéndome a ella en voz muy baja pero en un tono suficientemente alto como para que ella me escuche sin problemas- ¿Qué tal la escuela?

-Aburrida- sonríe la encantadora criatura- Papá me envió a una escuela para niñas este año...

-Cariño, dijimos...

-¡No puedes hacerle eso!- me quejo, defendiendo a la niña- ¡Necesita convivir con chicos de su edad! Salir será un martirio si la sigues aprisionando de esa manera.

-Pero, los hombres...

-¿Qué? ¿Te da miedo que se encuentre a alguien como Andreas? ¿Ó como Tom?- aventuro, riéndome sin miedo; sé la clase de fichita que era mi marido antes de conocernos.

-Peor aún, ellos son decentes al lado de los chicos que he visto últimamente- insiste, verdaderamente preocupado. ¿Quién puede culparlo? Es el único responsable de la crianza de su única hija, de dieciséis años; después de todo, no tiene un sólo pariente más en la tierra, aparte de ella. Sin padres, hermanos u otra clase de familia, Michelle es lo único que tiene.

-Dejémoslo para luego- le contesto de manera conciliadora, antes de dirigirme a Mich- Oye, Mich; ¿Qué tal te caería algo tibio en el estómago? ¿No tienes hambre?

-Bastante- confiesa la joven, sonriéndome de manera cómplice.

-Vamos a buscar algo para morder- repongo, tomando mi abrigo de mi silla giratoria.


jueves, 19 de julio de 2012

Confidente


Confidente. by Diana Harlu Rivera on Grooveshark 
 
 

Andreas: 

-Creí que ya habíamos acordado eso- le refuto por el teléfono celular que una cordial mano de uñas pintadas color carmín sostiene contra mi oído- No, eso no fue en lo que quedamos...

-Ya deja eso...- me suplica la dulce voz al oído, haciéndome cosquillas con su aliento suave y perfumado.

Andreas Hoffman
-Discúlpame un momento, ¿Sí?- le ruego a mi interlocutor, antes de dirigirme a la hermosa morena que tengo a mis espaldas, con sus piernas enredadas en torno a mi cintura- Cariño, lo siento; es que es una llamada muy importante.

-¿Tan importante como para olvidarte de mí?- cuestiona, observándome de manera casi irresistible a través de sus largas y espesas pestañas. Santo Dios, como me gustan sus ojos.

-¿Quién dice que me he olvidado de ti?- sonrío socarronamente, metiendo una mano al agua todavía tibia de la tina. Ella, con una sonrisa pícara, se lame sus jugosos y carnosos labios, demostrándome cuánto le gusta lo que estoy haciendo entre la espuma y las burbujas de la amplia bañera en la que nos encontramos sentados- Déjame terminar con esto y mi atención será toda para ti. 

-¿Y tu cuerpo?- inquiere tiernamente, entrecerrando sus párpados color arena.

-¿Quieres más?- ironizo, acariciando con mi otra mano una de sus largas piernas de piel trigueña- Falta poco, unos segundos más.

-De acuerdo- consiente por la buena, cediendo a mi voluntad. Inmediatamente, regreso a mi conversación a través del auricular- Mira, en este momento me encuentro bastante ocupado, pero es prioridad que te encargues del hotel, ¿De acuerdo? Conoces nuestras exigencias y no estamos dispuestos a aceptar menos de lo que nos ofrecieron.

Así, inesperadamente, le cuelgo el teléfono al pobre encargado irlandés de publicidad, quien busca que Tokio Hotel visite su país en fechas siguientes; lo que él no sabe, es que adquirir a mis chicos y a su tiempo, aunque éste sea muy breve, tiene su costo y esfuerzo; mi mamá solía decir "quien quiere azul celeste, que le cueste".

-Ahora sí- repongo, girándome para encarar a la criatura que tengo sentada frente a mí, cubierta únicamente por las burbujas olorosas a vainilla de la bañera- ¿En qué estábamos?

-Mmm... en que me ibas a hacer algo como lo de anoche- propone ella, haciendo saltar a mi ego. Nunca salgo de sus mentes.

-¿Qué tal si te sorprendo?- le sugiero, acercándome más a su tembloroso y tibio cuerpo- Puedo hacerlo mejor que eso, ¿Sabes?

-Vaya... no puedo ni imaginarlo- me tienta la mujer, abrazándose a mí con sus larguiruchos y delgados brazos, la dicha de salir con edecanes.

-Prepárate a sentirlo- presumo, inclinándome para prodigarle un beso en esa boca color frambuesa; sin embargo, repentinamente, mi celular vuelve a sonar y ella, ya un tanto enfadada, me dirige una mirada amenazante, con la cual me indica que no sería muy de su agrado que tomara la llamada. De reojo, miro la pantalla iluminada y en ella, distingo la fotografía de la chica, con sus preciosos y regordetes labios curvándose como si en cualquier momento fuera a mandarme un beso. No la puedo dejar pasar- Cielo, esta es la última... te lo prometo.

-Sería el colmo...- se queja abiertamente, cruzándose de brazos; aún así, me estiro hasta alcanzar el pequeño artefacto, el cual mancho con las gotas que caen de mi mano, arrugada ya por pasar tanto tiempo en el agua.

Harryo Jo Foster
-Jo, estoy ocupado...

-Aha... ¿Y eso me importa por qué...? Espera, ¡es cierto! No me importa- contesta la agradable voz femenina a través del auricular- ¿Podrías venir a recogerme al aeropuerto? Mi vuelo llegó antes y Héctor está ocupado en una junta de BCBG. 

-¿No puedes pedir un taxi?- inquiero, observándome, desnudo y cubierto de espuma como estoy- No me encuentro... apto para ir por ti.

-Todo es un desastre, el primer carro que puedo conseguir llega en una hora- repone, seguramente sentada en algún asiento del aeropuerto, con las piernas cruzadas, el cabello recogido en una media cola, sus cabellos ondulados y castaños cayéndole sobre los hombros- ¿Por favor? Harl tampoco puede y no se me ocurre a quién más llamar.

- Agh! ¡Voy para allá!- repongo de mala gana, colgando de manera abrupta. Repentinamente, me pongo de pie, dejando atónita a la chica que aún se mantiene sentada frente a mí. Con la mirada perdida en su punto favorito de mi anatomía, creo que apenas es consciente de que ya nada va a suceder entre nosotros- Chiara, vístete por favor. Tengo que irme de emergencia.

-Eres un amor, ¿Te lo he dicho antes?- cuestiona Harryo, caminando a mi lado a través de las múltiples salas de abordaje repletas de pasarejos, tomada de mi brazo. Con mis ojos cubiertos por los gruesos lentes obscuros que cargo sobre el refinado puente de mi nariz, no sonrío en absoluto al escuchar, aunque me agrada saber, que siente un gran aprecio por mí.

-¿Qué me queda?- replico, jalando con mi mano izquierda su escaso equipaje- Ibas a insistir hasta que dijera que sí.

-Me da gusto que me conozcas tan bien- sonríe, restregando el lateral de su rostro contra mi antebrazo.

-Más de lo que probablemente te hubieras imaginado...- bromeo, dirigiéndole una mirada de soslayo; de inmediato, su rostro se cubre de un adorable rubor rojizo, perteneciente a sus pensamientos, los cuales, puedo casi jurar, son idénticos a los míos.

-Me agarraste en curva- musita, escondiendo su rostro tras la manga izquierda de mi saco informal.

-Te agarré de muchas maneras- continúo con mi juego, tomándola por la cintura- ¿Qué tal van las cosas con Héctor?

-Bastante bien, gracias por preguntar- respira ella con tranquilidad de nuevo, al pasar al tema de su nueva pareja. Han pasado cerca de diez meses desde nuestra ruptura y ya nos encontramos saliendo con otras personas. En el caso de Harryo, ha sido novia de Héctor durante dos meses apenas- Tengo que verme hoy con él y Mich para cenar.

-Uy... la terrible hijastra- me mofo, sabiendo bien de antemano que miento; Michelle, la hija de catorce años de Héctor Salaciego, es un sol.

-Y yo la madrastra malévola del cuento, con la verruga en la punta de la nariz y toda la cosa- contesta la dulce periodista, riéndose de manera contagiosa.

-¿Podrías ser alguna otra cosa?- cuestiono, estrechándola contra mi costado. Más allá de ser mi ex novia, es también mi mejor amiga.

-¿Y Paige?- apuntala ella, poniéndome en territorio incómodo. Paige no, por favor.

-Ehm... bien...- miento, conscientizándome de repente que no he visto a la hermosa rubia desde hace más de tres semanas. ¿Habrá vuelto ya de Aspen? No lo sé.

-"Bien" con sus hermanas, sus padres pero no contigo, ¿Me equivoco?- aventura la sabia mujer, introduciéndose en mi vehículo. 

-Me chocas porque casi siento que me puedes leer la mente- me quejo en voz baja, cerrándole la puerta del asiento del copiloto, antes de abrir la cajuela, para meter ahí su reducida maleta azul marino. 

-¿A dónde vamos?- cuestiona, una vez que nos encontramos ambos en el interior de mi automóvil.

-¿Qué te parece a desayunar?- sugiero, tomando la palanca de velocidades- ¿Ó comiste algo en el vuelo?

-Mejor me metería un pie a la boca- replica un tanto asqueada- Tantos avances en ciencia y tecnología... y la comida de avión sigue siendo una verdadera porquería.

-Eso te pasa por viajar en clase turista- la acuso, encendiendo el motor- Si quisieras...

-No voy a usar el jet de la banda, digas lo que digas- puntualiza, apuntándome con su pequeño y delgaducho dedo índice.

-Ahí está: por eso tienes que seguir con la comida horrenda- le contesto, riéndome en voz baja.

-Cállate y conduce- me insta, dándome un pequeño golpe en el antebrazo.


lunes, 16 de julio de 2012

Los chicos.


Los chicos. by Diana Harlu Rivera on Grooveshark 
 
 
Gustav:
 

-¡No, no, no! ¡Es que... no puedo! Dios mío... esto fue una pésima idea... ¡Me bajo, me bajo!- exclamo voz en cuello, sintiendo unos nervios como nunca antes los había tenido.

-¡Tranquilízate, hermano!- replica su voz masculina, los dos de pie frente a la puerta abierta de la avioneta- ¡Ya estás arriba! ¡La única forma de "bajar", es saltando!

-¡No! ¡Hay que descender en la avioneta! Juro que puedes quedarte el depósito, ésta bien, no me importa- le suplico al tipo que tengo detrás de mí, con su aliento de menta pegado a mi cuello y la parte externa de sus goggles raspando el lateral de mi rostro.

-Yo me encargo, Douglas- interviene una voz femenina que anteriormente no había escuchado. De la cabina de mando, una alta y hermosa mujer avanza decidida hacia mí, observándome con condescendencia. Boquiabierto, no atino a decir una sola palabra; para cuando me doy cuenta, noto que me está hablando- ¿Primera vez?

-Leí un artículo en una revista y me animé a apuntarme para las clases pero... esto es mucho peor de lo que me imaginaba- puntualizo, siendo inusualmente abierto con la chica que tengo ya a mi lado, soltando las correas del arnés.

-No te sientas mal, pasa más a menudo de lo que crees- sonríe ella de manera entusiasta, metiéndose en el lugar del fulano de cabello rubio que tanto me recuerda al desgarbado de Andreas. Al darme cuenta de que es ella ahora la que va a saltar conmigo, me ruborizo de inmediato- Ahora, ¿Ya te sientes mejor?

-Un poco- repongo con voz estrangulada, intentando no girar el rostro, para no tener que encarar sus hermosas facciones y, así, sentirme menos nervioso. 

-Bien, vamos a contar juntos, ¿De acuerdo? Y, cuando lleguemos al número tres, nos voy a dar un pequeño empujoncito. No intentes aferrarte a la puerta, ¿Está bien? Llegaremos al suelo más rápido de lo que piensas- me explica con delicadeza, siendo bastante explícita en cada uno de los detalles. Esto, por extraño que parezca, me reconforta y de alguna manera, me hace sentir más seguro al respecto de lo que estoy a punto de hacer.

-Sí, ya entendí- musito débilmente, intentando respirar profundamente. El suelo no está tan lejos... el suelo no está tan lejos...

-Uno...

-Dos...- Tal vez está más lejos de lo que pensé.

-¡Tres!

Cuando por fin logro abrir los ojos, en contra de mis instintos naturales, me hago consciente del aire que roza mi cuerpo, así como el de la mujer que traigo atrás, al mismo tiempo que observo los diminutos cuadritos de tierra debajo de mí, los cuales, desde mi posición, parecen todos partes bordadas de una enorme colchoneta.

-Es increíble, ¿No lo crees?- me pregunta ella al oído, un poco a gritos debido a que el sonido del viento corta su voz.

-Bastante- replico reconfortado, segundos antes de que ella tire del cordón y el enorme paracaídas amarillo se despliegue tras mi espalda.

-¿Entonces saltaste y toda la cosa?- me pregunta por el teléfono, mientras, ya en tierra firme, observo a mi alrededor los vastos terrenos que antes me parecieron tan pequeños.

-No te estaría llamando de no ser así- replico- Escucha, iba a terminar temprano pero... me surgió... algo y no voy a poder cuidar hoy de los niños de Bill. ¿Te molestaría ir en mi lugar? Es sólo por esta ocasión.

-¿Tienes una cita?- inquiere él de inmediato, haciendo que me ruborice ante la pregunta.

-No...

-Vaya, esto es algo que celebrar... ¡El semptiternamente soltero Klaus...!

-Sí, bueno; hasta luego- me despido precipitadamente, antes de girarme de manera brusca hacia la posición donde la vi la última vez. Para mi enorme alivio, allí está, doblando cuidadosamente el paracaídas.

-Lo hiciste bastante bien para ser tu primer salto- me halaga ella, lo cual me hace sentir inusualmente orgulloso.

-Gracias...- respondo apenado- Ehm... tú...

-Audrey- contesta la mujer, observándome con sus encantadores ojos verdes- Audrey Pierce.

-Bien, señorita Audrey Pierce...- repito la última parte, caminando tímidamente hacia ella- Quería saber si a usted...

-Me gusta mi omelette hecho sólo con las claras- repone, dándome un ligero golpecito en el hombro. Incrédulo ante mi suerte, no puedo evitar sonreír para mí mismo.

Tom: 
-¿Entonces no va a venir?- inquiero de nuevo, observando a Hagen, cuyos cabellos las tienen entre sus manos los dos hijos de Bill, a los cuales sostiene en brazos.
-Dice que le salió algo "importante"- ríe socarronamente, revelándome de inmediato de qué se trata.

-Mira... ¿Quién lo vería? Conquistando mujeres que saltan en paracaídas...- me burlo con los brazos cruzados, observando a mi respectiva progenie jugar en el suelo, a mis pies, con los pequeños muñecos de tela que Harl confeccionó para ellos.

-Eso es extremo- replica Hagen, poniendo finalmente a Sam en el suelo; ésta, de inmediato se desplaza apresurada hacia donde están sus primos, para jugar con ellos y el resto de los muñecos que quedan sobre la alfombra color mocha.
-¿Va a llegar a cenar, por lo menos?- cuestiono- Grace lo va a matar si no lo ve ahí...
-Mira, Tommo... no me importaría hacerla de pacificador en el conflicto Grace VS Klaus. Tú sabes que ese chico...

-No es mucho de salir con chicas... lo sé. Le debo el que haya cuidado tan bien de mis hijos en estos últimos dos años- consiento, cruzándome de brazos- Qué rayos... estoy contigo. Se lo merece.

-De hecho- repone él con una enorme sonrisa- ¿Pero sabes qué me caería bien, para mí? Ir a desayunar. Julie no fue muy flexible respecto a eso... dijo que teníamos que ser los primeros en cuanto abrieran la oficina a la que mandamos a hacer las invitaciones.

-Y yo que creí que Harl había sido la única en comportarse así...- replico con una sonrisa, tomando a mis hijos del suelo- Supongo que son neurosis de novias que nunca entenderemos.

-Dios nos libre de hacerlo- ríe él de último, tendiéndole una mano a Sam, la cual, ella acepta de buena gana, poniéndose de pié; después de todo, ya tiene casi cuatro años.


jueves, 12 de julio de 2012

El negocio





El negocio. by Diana Harlu Rivera on Grooveshark 
 
 

Harl: 

-Nadie se mueva...- la escucho susurrar, de pie frente a una de las cómodas de la amplia y bien equipada cocina. En torno a ella, chefs, especialistas en otras artes culinarias e inclusive meseros y lavaplatos contienen la respiración, al mismo tiempo que yo sigo avanzando, ésta vez teniendo cuidado de taconear menos, acercándome a ella para saludarla, antes de irme a trabajar- Ya te escuché, sissy. Dame un minuto.

-Los que quieras- musito en voz extremadamente baja. Para cuando termino mi oración, mi hermana termina de colocar en su lugar el espárrago que sostenía con unas diminutas pinzas plateadas.

-Buenos días, ¿En qué puedo ayudarte?- me pregunta, caminando por la insonora cocina, la cual, progresivamente, vuelve a la normalidad.

-Quizá en dejar de sacar a mis hijos de sus cunas, si yo no te lo pido- le respondo, siguiéndola por el lugar. A su paso, la pelinegra va revisando los platos qe se encuentra en su camino, probándolos discretamente si ésto no arruina su delicada y siempre ideal presentación; aún cuando suele llamarme "perfeccionista"- ¿Qué tal amaneciste?

-Con los golpeteos de tu hija contra los barrotes de ese corral para animales, gracias por preguntar- repone entre risas, quitándose durante un momento el delantal- Ya te dije...

-Que Sam sea un prodigio y ya pueda dormir en una cama...

-Deberías intentarlo...

-No voy a discutir contigo el método con el que educo a mis hijos- contesto sonriendo ampliamente- ¿Tú cocinas hoy, o encargo algo desde temprano para que esté a tiempo en casa?

-¿Comida comprada? ¿Estás mal del cerebro? ¿Ó comiste pilas cuando éramos niñas?- me interroga con una mueca de desprecio absoluto- Yo me responsabilizo de que los platos estén servidos a las siete.

-Gracias- murmuro, rascándome la cabeza: me deja perpleja ver su cantidad de obligaciones, aunque la mía no está muy por debajo- Sam y Kurt...

-Son responsabilidad de Bill hoy- responde con presteza la alta individuo de piel blanca- ¿Tus niños...?

-Son responsabilida de Tom hoy- repito su misma frase, únicamente cambiando al sujeto. En respuesta, mi hermana no puede evitar sonreír.

-Para que sepan lo que es ser...

-Un padre profesionista- completo satisfecha- Me voy ya o llego tarde. Héctor no está y...

-Corre o vas a enloquecer- me recomienda, limpiándose las manos en una toalla que encuentra a su derecha, sobre uno de los gabinetes cuyas cubiertas de azulejo son del mismo tipo que las del suelo- Porque, si no me equivoco...

-Diste en el blanco: Bill tampoco está- comento, sintiéndome desdichada- ¡Todo un emporio corporativo...!

-¡Cálmate, Cenicienta!- se ríe de mí- Deja de andar de dramática y mueve tu inexistente trasero a  tu edificio en... ¡Ay! ¿Qué tal ahora?

-Muy graciosa...- replico, frunciendo el ceño ligeramente- No a todas nos sienta tan bien la maternidad...

-Clases de pilates... te lo he repetido miles de veces...- susurra, volviendo a colocarse el delantal. Ésta mujer es como yo: no puede pasar un sólo minuto sin estar moviendo los dedos.

-¡Cuando abandone la esgrima...!- contesto, saliendo por la puerta trasera, hacia el callejón donde se encuentra el contenedor en el que ponen la basura.

lunes, 9 de julio de 2012

Bajo presión





Bajo presión. by Diana Harlu Rivera on Grooveshark 
 
 

Harl:


-¡Mamá! ¡Mamá!

-Te llaman a ti- musita él a mi lado, girándose de manera que quedamos encontrados uno frente al otro, cada quien hecho un ovillo, cubiertos a medias, con las mantas hasta la cintura.

-Me pregunto por qué no se saben otra palabra- contesto con voz todavía adormilada, sentándome en el colchón. Con la cabeza hecha un nido, me zumban los oídos debido a la rapidez con la que he debido moverme- ¿Quién los sacó de sus cunas?

-Seguramente fue Grace- replica mi marido, volviéndose a cubrir la espalda con la suave manta color canela que anteriormente nos arropaba a los dos. Ahora, con los pies sobre la alfombra, me levanto en un movimiento, sintiendo frío de inmediato. La temperatura está demasiado fresca como para ser ya febrero- Sabes bien lo que piensa de ellas...

-¿Por qué rayos no pudo quedarse como chef nada más? ¡Pero no...! ¡También teníamos que estudiar "Psicología" para entender al cliente y crear una atmósfera agradable!- me quejo abiertamente, alcanzando mi bata, la cual tomo de la silla más cercana. Esa silla, que al principio formaba parte de mi estudio, ahora ha pasado a ser una especie de cómoda tanto para mi ropa como la de Tom.

-Culpa a Bill, él es el que le paga los estudios...- farfulla él de último, antes de aplastar la cara contra la almohada.

-Sí, como no...- me burlo, volviéndome a subir a la cama para darle una nalgada que le saca una sonrisa instantánea- Como si tú no contribuyeras también, haciendo que el negocio marche de maravilla...

-Oye, nena; yo sólo me dedico a lo que sé hacer: ser excelente- replica él, cargado de orgullo- Agradece que te casaste con, ¡el mejor productor...!

-De Los Angeles...- completo la frase riéndome también- Sí, como no... me voy, o comenzarán a llorar en...

-Tres...

-Dos...

-Uno...

-¡Mamá, mamá!- insisten, sus voces avanzando a lo largo del pasillo hacia mí.

-Nuevo error paternal que agregar a la lista- le comento a Tom, moviéndome hacia la puerta de la habitación- Enviarlos a terapias del lenguaje temprano.

-Con el siguiente esperaremos hasta que cumpla cinco años para enseñarle a hablar- se burla Tom- Ahora, a lo que te truje, chencha.

-¡Ya voy, mis amores!- exclamo, dirigiéndome a mis hijos, quienes sé que pueden escucharme- ¡Vengan a la recámara! ¡Papá ya está despierto!

-¡Harl, no...! ¡Tuve concierto anoche!

-¿Ah sí? Tenías suficientes energías hace dos años como para embarazarme, muévete- lo reto, ya de pie en el umbral de la puerta, donde observo con ternura sus pequeños pies desplazarse hacia mí. Con ternura y una voz que jamás me imaginé tener, los recibo a ambos con brazos abiertos- ¡Hola, bebés! ¿Cómo durmieron?

-Mamá, mamá...- repiten con presteza, comenzando a correr en mi dirección. Sabedora de lo que está a punto de suceder, abro ambos brazos, para cargarlos a los dos al mismo tiempo. Ya en el aire, jugueteo con ellos moviéndolos de un lado para el otro con toda la fuerza que me permite mi cuerpo.

-¡Miren, pero si papá los estaba esperando a ambos!- me burlo, colocando al par de niños, quienes dentro de poco tiempo cumplirán los dos años. Inmediatamente, ambos se echan a gatear hacia su padre quien, al verlos, se cubre por completo con la cobija.

-¡Claro que sí!- miente éste, completamente oculto- ¡Vamos a jugar a un juego, niños! ¡Haber quién tarda más tiempo en encontrar a papá!

-Muy gracioso...- respondo, tomando a Robbie de la cintura, quien ya se aproxima hacia una de las orillas del colchón. Inmediatamente, el bebé abre y cierras sus manos repetidamente, en un gesto que me permite conocer la añoranza con la que quiere reunirse con su padre. Ellos dos tienen un vínculo muy especial- Sin embargo, tenemos que apurarnos todos porque tengo que pasar a dejarlos a la estancia...

-Creí que Grace iba a estar aquí- replica Tom, descubriéndose por completo, al mismo tiempo que toma a Caroline entre sus brazos. En silencio, la niña toma una de las rastas de su padre y demostrando su magna curiosidad, tira de ella y juguetea con el trozo de cabello entre sus diminutas manos.

-Tiene que ir a ver a algunos proveedores...

-Pensé que había ido ayer- insiste mi marido, renuente a que llevemos a los niños al novedoso y costoso centro infantil al que solemos llevarlos cuando nadie puede cuidar de ellos- Me lo comentó en la cena.

-No, estuvo revisando el menú para su siguiente temporada. Tal vez te confundiste- le explico, poniéndome de pié finalmente- Como sea, necesito que me ayudes a vestir a los niños. Tengo una serie de juntas importantes hoy y Héctor no va a estar en la oficina, así que ni siquiera se los puedo dejar a él.

-¿Harryo...?

-Latinoamérica- contesto de inmediato, dirigiéndome hacia la puerta de la recámara- Tenía que entrevistar a no sé qué escritor para un artículo de la revista.

-Klaus...

-En sus clases de paracaidismo; te dijo que comenzaba hoy.

- Hagen...

-Escogiendo las invitaciones para la boda.

-¡Bill!

-Tiene que ir al estudio contigo, ¿No? Y se va a salir un poco antes para venir a la junta que tenemos en la oficina- le explico, ya fuera de la recámara, casi a gritos- ¡De verdad! ¡No hay alguien disponible!

-¡Mi mamá!- propone de último mi marido, verdaderamente en contra de que nos separemos de nuestros hijos durante tanto tiempo.

-¡En Barbados! ¡Se fue hoy a primera hora de la madrugada!

-¡Agh...! ¡Está bien! ¡Me los llevo yo!

-¡Gracias, amor!- repongo, ya casi a la altura de la recámara de mi cuñado. Justo a tiempo, éste sale con su hija mayor, Sam, cargando en brazos, completamente dormida.

-Vaya... creí que era el único delegado de los hijos hoy...- me saluda todavía medio dormido.

-Para que veas que en esta casa hay igualdad de género- bromeo con él, siguiendo mi camino- ¿Qué hace en tu recámara?

-Ha estado teniendo pesadillas recurrentes las últimas dos noches, e insiste en dormir con nosotros- me explica el hombre del descomunal cabello recortado a la altura de la barbilla- ¿Los tuyos qué hacían allá?

-A tu brillante esposa le pareció adecuado sacarlos de sus cunas cuando se fue en la mañana- le explico, llegando al cuarto de mis hijos, cuya puerta abro con mi única mano libre mientras, en la otra, el bebé que sostengo en vilo jala mechones aleatorios de mi cabello.

-Sabes lo que piensa...

-Cuando los cuide ella...- menciono de último, metiéndome a la habitación. Gustosa, me doy cuenta de que Tom ya viene atrás, en el pasillo, con Caroline entre sus brazos, pegándole en su pecho desnudo con las diminutas palmas de sus manos.

-Acuérdate de...

-Ya te dije que dejes de mimarlo así- me responde él, abrochando el cinturón de seguridad- Se va a acostumbrar y al rato no va a querer comer otra cosa...

-Es mi bebé y puedo hacer lo que quiera con él- sonrío abiertamente, revolviendo el cabello rubio de mi hijo menor- ¿No es cierto, Robbie?

-Mamá- contesta éste, con perfecta claridad. Esa y "papá", son las únicas dos palabras que conoce con claridad; fuera de eso, no sabe hacer otra cosa que expresarse señalando las cosas.

-Tomaré eso como un sí- repongo orgullosa- Nos vemos a las siete para...

-La cena, claro; ¿Cómo podría olvidarlo?- me cuestiona él, cerrando la puerta de su lado de la camioneta- Lo hacemos cada noche.

-Uno nunca sabe- replico con una sonrisa- Porque estoy comprobando que tienes una pésima memoria, cariño...

-¿Qué? Ya los ajusté a los dos en sus asientos, llevo las pañaleras, los biberones cargados, los juguetes de cada uno, el libro de cuentos de Caroline, los cambios de ropa por si se ensucian, los chupones y los baberos- responde el guitarrista con el que me casé, observándome escéptico tras sus gafas obscuras. A su espalda, el sol comienza a resplandecer en el horizonte, iluminando el vasto terreno de nuestro jardín.

-Vaya... tienes una tienda infantil en la cajuela- me burlo, sabiendo que mañana me toca a mí cargar el mismo arsenal- Me refería a que no me has dado mi beso de los buenos días.

-Ah, eso...- repone él con una sonrisa- Sí es que... me gusta que me lo pidas. Me hace sentir... importante.

-Sí, claro... y yo soy la reina Victoria, Dios me salve- bromeo, abriendo ambos brazos para recibirlo entre ellos- Ven acá, señor importancia...


-Niños, cierren los ojos; estoy a punto de besar a su madre de una manera muy poco platónica- replica éste, enredando sus brazos en mi cintura. Lentamente, me da un beso que me sabe justamente como los que nos dábamos cuando empezamos a salir, hace ya más de tres años.

-Como los del primer día...- musito, abrazándolo cariñosamente, con mi rostro pegado a su pecho.

-Es que sé que te gustan así- repone él entre risas- ¿Alguna otra cosa que se le ofreza, señora?

-Por el momento, estamos bien, Thomas- sonrío abiertamente, alejándome de él un paso a la vez- Que tengas buen día en el estudio. Ve a perseguir tu siguiente Grammy.