lunes, 23 de julio de 2012

Nuevas amistades

Nuevos amigos by Diana Harlu Rivera on Grooveshark


Harl: 

-¿Diga?- respondo, tomando la llamada a través de mi manos libres, al mismo tiempo que barajeo una serie de papeles que tengo entre las manos, moviéndolos alternadamente para ver si doy con el que necesito- ¿De verdad? ¿Por qué? Aguarda, tengo otra llamada. Espérame en la línea, no cuelgues. ¿Sí, quién habla?

-No puedo creerlo- replica la agradable voz femenina del otro lado del auricular; a la par, escucho unas risas que provienen de un lugar bastante cercano a mi interlocutora- Hace más de cuatro décadas que se inventó el identificador de llamadas y tú sigues con tu "¿Sí, quién habla?"

-Podrían tenerte secuestrada- miento, bromeando con ella- Y seguramente no me estarías hablando tú, sino tu secuestrador y sonaría de bastante mal gusto decir "¡Hola Jo! ¿Qué hay?"

-Tus excusas patéticas...- se lamenta falsamente, siguiéndome la broma- Ya, fuera de chiste; ¿Estas en tu oficina?

-¿Dónde más? A mí me agradaría decir "No, ando en Cancún", pero no siempre se puede- repongo, sobándome con la palma de mi mano bien abierta la parte posterior de mi cuello.

-Y...

-No, tu novio todavía no llega aquí- contesto, sonriendo al ver su cálida desesperación por encontrarse con él; ¿Quién lo diría? Jamás imaginé que allí hubiese algo. Más porque, en un comienzo, Héctor me caía en la punta del hígado; ó, como dijera mi madre, suficientemente mal para no dirigirle el saludo- Aunque acaba de llamar de hecho, dice que la junta terminó antes.

-¿En serio? ¿Por qué?- replica la periodista, bastante sorprendida al escuchar esto; cuando lo oí, yo tampoco podía dar crédito a lo que me comunicaban, más porque, como estimamos, la charla estaba planeada para tardar dos horas más, como mínimo.

-No quiso explicarme...- respondo un tanto renuente, mordiéndome un labio mientras lo hago; con razón Tom me llama frecuentemente "señora gesto"- Dijo que llegaba en poco tiempo y... bueno, yo le creo y... confío en él.

-Claro...- musita de manera distraída- Mira, vengo con Andreas en su auto. Vamos a ir a desayunar algo pero... en cuanto tengas noticias de él, házmelo saber por favor. No es... normal que haya abandonado una junta al poco tiempo de llegar.

-Estoy en las mismas que tú- confieso, girándome para darle la espalda a mi escritorio, dándome por vencida, temporalmente, con el diseño que no puedo encontrar- Yo te mando un mensaje en cuanto ya esté con él, manténte tranquila y envíale a ese descarriado de Andreas un beso de mi parte.

-¿Me lo puedo poner donde quiera?- cuestiona él de broma, del otro lado de la línea.

-¡Creí que ya habíamos pasado por eso!- replico entre risas, recordando aquellos viejos tiempos- Me tengo que ir, par de lunáticos; yo sí debo trabajar.

Apenas acabo de terminar la llamada, se escucha el sonido de unos nudillos tocando contra la ligera puerta de madera de mi oficina y, cuando levanto la mirada, me encuentro con el apuesto y desaliñado hombre que tengo como socio de negocios, mirándome de frente desde su posición en el arco de la puerta, ataviado con un ligero saco gris de corte informal y un pantalón de vestir bastante casual.

-Buenos días- me saluda sin mucho ánimo de por medio, con las manos metidas en ambos bolsillos de su pantalón, balanceándose sobre sus talones, como suele hacer cuando se siente triste.

- ¿Estás seguro de que son "buenos"?- aventuro, observándolo un tanto preocupada; lentamente, me voy aproximando a él, hasta que la distancia que nos separa es mínima.

-No tanto como yo esperaba esta mañana pero... que rayos, las cosas nunca salen como uno espera- responde, cruzándose de brazos con una sonrisa cansada en sus delgados labios.

-¿No cerramos el trato?- inquiero, cerrando mis párpados, como si así pudiera cambiar la realidad.

-Peor aún.

-¿Nos van a demandar?- chillo en voz extremadamente baja, intentando mantenerme tranquila, a pesar de que el tono con el que Héctor se comunica conmigo no ayuda demasiado.

-No... no comparten la misma filosofía que nosotros- confiesa él, de una vez por todas- Son un montón de cerdos capitalistas. No piensan en otra cosa más allá del dinero.

-¿Y la línea?

-Dicen que tiene potencial para venderse en Bergdorf's- añade él cansinamente, sin sonar demasiado convencido; al escuchar esto último, me escandalizo de inmediato.

-Ya estuvimos en Bergdorf el año pasado...- musito, tronándome los nudillos de ambas manos en señal de inconformidad.

-Yo dije lo mismo- menciona, manteniéndose tranquilo- No me quedó otra opción que marcharme. Espero que no te moleste.

-Tomaste la mejor decisión- lo convenzo, jugueteando con su cabello rubio miel, el cual se desacomoda apenas y lo tocan mis dedos- Pues... ¿Qué le vamos a hacer? Así es en estos negocios.

Héctor Salaciego
-Me desilusioné bastante, ¿Sabes?- me confiesa, con la misma sonrisa cansada de hace un rato- Nos hicieron creer... que teníamos tanto potencial para que nos dieran una oportunidad...

-Encontraremos a alguien más que nos la de, ya verás- lo consuelo de inmediato, tomándolo por sus escuálidos hombros- No te me achicopales, ¿Está bien? Las cosas... saldrán adelante.

-Estamos en números rojos, Harl...- me recuerda de manera cordial, haciéndome pensar en aquellas cifras que últimamente no han estado redituando como a mí me gustaría.

-Son tiempos difíciles para todos, cariño- le respondo, alejándome un momento de él para concentrarme en mí misma; sinceramente, no me cae nada bien el temor de que mi mayor sueño en la vida se desplome de un instante al otro- Las finanzas... bueno, no son lo que solían ser y creo que la gente moderna prefiere tener algo en el estómago que andar bien vestido.

-Sí, lo entiendo...- repone él un tanto desilusionado, antes de reponerse súbitamente, recomponiendo una sonrisa en su rostro. Supongo que ya se dio cuenta que de nada sirve lamentarse sobre las cosas que no se pueden resolver solas- ¿Has hablado con...?

-¿Cuál es su problema, personitas?- inquiero, riéndome a carcajada limpia, al ver que ninguno de los dos puede pronunciar el nombre del otro- No es muy difícil, Ha-rryo o Jo; como te resulte más sencillo.

-¡Es que no...!

-¿Qué? ¿Te da penita?- insisto, mofándome de él- ¡Ow...! ¡Que tierno eres!

-Me trae como adolescente, ¿De acuerdo? Lo reconozco- sonríe mi mano derecha en Kapricorino Co., la compañía de diseño de modas que Bill y yo creamos hace menos de un año, con unos cuantos préstamos, contribuciones personales y familiares, además de donativos de colegas del trabajo de los gemelos y el resto de la banda- Y me da pena reconocerlo porque... me siento tan...

-Tonto- le completo la frase, antes de estallar en carcajadas- ¡Te juro que no me burlo! ¡Sé lo que es andar de ese humor!

-Sí, claro... señora llevo-casi-cuatro-años-de-matrimonio- se burla esta vez él- ¿Qué? ¿Para cuándo la fiesta?

-Vaya... pero sí me escuchas cuando te hablo...

-Divagas demasiado- menciona Héctor con sencillez, cruzándose de brazos- ¿Después de todo sí va a coincidir con la fiesta de dos años de los gemelos?

-Sería lo más conveniente, ¿No lo crees? No soy fanática de estar haciendo demasiadas fiestas...- menciono, estirando mis brazos hacia el cielo, en una mueca de cansancio y fastidio; rayos... ¿Por qué me sentiré así?

-Sí, claro... sobre todo tú...- musita él, al mismo tiempo que una risa escapa de sus labios- Pero bueno, no quiero que caigamos en detalles sobre si eres una buena o mala anfitriona, ¿Te puedo pedir un favor?

-No, no te voy a invitar a la fiesta de dos años de mis hijos- miento, pretendiendo estar bastante enojada, antes de recomponerme y, entre risas, dirigirme de nuevo a él- ¿Qué pasa?

-¿Te molestaría si Mich se queda aquí un rato? Es que hoy sale temprano de la escuela y no tenía a dónde más ir- me explica, como si hubiese verdadera necesidad de hacerlo. Sabe que puede andar a su contentillo en esta empresa; después de todo, sin él, esto no sería más que un sueño, aún flotando entre las brumas de mi mente.

-No hay problema- contesto de inmediato, sonriendo ampliamente, pensando en la maravilla que es la encantadora hija de Héctor, fruto de su único matrimonio, con su fallecida esposa Mara- ¿Qué tan van las cosas entre ella y Harryo?

-Bastante bien- me responde con verdadero alivio- Al principio temí que no la aceptara pero... el otro día en la cena me dijo algo muy alentador.

-¿Qué fue?- cuestiono de manera curiosa, recargándome en el escritorio a mi espalda.

-Dice que llevaba tiempo sin verme tan feliz- sonríe de manera dichosa mi colaborador principal, adinerado heredero español y dueño de un apartamento pequeño y una enorme casa con locación en Berlín y las afueras de Madrid- Y eso... le gusta; o al menos eso fue lo que me comentó.

-Me da gusto- expreso, sonriendo abiertamente para el que se ha convertido en uno de mis mejores amigos en el poco tiempo que llevamos de conocernos; desde la primera vez que nos encontramos, me agradó de sobremanera- Además de que... tú también haces muy feliz a Harryo.

-¿Ah sí?- inquiere el interesado caballero, acercándose a mí, con la curiosidad escrita en sus pupilas- ¿Qué te ha dicho sobre mí?

-Pues, verás...

-Hola, papá- interviene una tercera voz en nuestra conversación, proveniente de la puerta de mi oficina. Alli, observo la carita redonda observarnos a su padre y a mí conversar. De manera instantánea, le sonrío sin poder evitarlo- ¿Qué hay, Harl?

Michelle Salaciego
-Hola, princesa- respondo, dirigiéndome a ella en voz muy baja pero en un tono suficientemente alto como para que ella me escuche sin problemas- ¿Qué tal la escuela?

-Aburrida- sonríe la encantadora criatura- Papá me envió a una escuela para niñas este año...

-Cariño, dijimos...

-¡No puedes hacerle eso!- me quejo, defendiendo a la niña- ¡Necesita convivir con chicos de su edad! Salir será un martirio si la sigues aprisionando de esa manera.

-Pero, los hombres...

-¿Qué? ¿Te da miedo que se encuentre a alguien como Andreas? ¿Ó como Tom?- aventuro, riéndome sin miedo; sé la clase de fichita que era mi marido antes de conocernos.

-Peor aún, ellos son decentes al lado de los chicos que he visto últimamente- insiste, verdaderamente preocupado. ¿Quién puede culparlo? Es el único responsable de la crianza de su única hija, de dieciséis años; después de todo, no tiene un sólo pariente más en la tierra, aparte de ella. Sin padres, hermanos u otra clase de familia, Michelle es lo único que tiene.

-Dejémoslo para luego- le contesto de manera conciliadora, antes de dirigirme a Mich- Oye, Mich; ¿Qué tal te caería algo tibio en el estómago? ¿No tienes hambre?

-Bastante- confiesa la joven, sonriéndome de manera cómplice.

-Vamos a buscar algo para morder- repongo, tomando mi abrigo de mi silla giratoria.


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